Día 10 – Miércoles 15/08/12

Cielos abiertos para adorar

Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo (…) Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.

(Apocalipsis 4:1,2)

Una de las maravillosas revelaciones que tenemos cuando los cielos se abren sobre nuestras vidas, es la majestad del Señor de señores y Rey de reyes gobernando con toda gloria, poder y autoridad. Ante semejante belleza y grandeza indescriptible nace de lo profundo de nuestro ser adorar al único que es digno de toda exaltación.

La adoración implica postración. Juan describe a los seres vivientes que se encuentran alrededor del trono, postrados delante del Rey. Al postrarnos, nos rendimos y nos humillamos reconociendo que todo es de El, por El y para El. No existe adoración sin rendición. Al hacerlo, reconocemos cuánto necesitamos de Dios. ¡Sin Él nada podemos hacer! En el versículo 10 del capítulo 4 de Apocalipsis Juan además lo ilustra con un hecho impactante: “… Echan sus coronas delante del trono…”. ¡Qué significativo! Toda gloria, distinción, premio, triunfo por grande que sea no se compara a la gloria del único Rey que está sentado en su trono. Por lo tanto, la reacción más natural y espontánea que surge es “echar esas coronas” delante del trono.

Nos hacemos semejantes a lo que adoramos. Ver a Dios nos transforma. Por eso Jacob luego de un encuentro divino dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. No podemos adorarlo y seguir siendo los mismos. Nuestras vidas de adoración expuestas ante su presencia dejan en nosotros cambios indelebles.

Isaías también vio al Señor sentado en su trono y a ángeles y serafines declarando: “Santo, santo, santo Jehová de los ejércitos” e impactado por la gloria de Dios se vio a si mismo necesitado de esa santidad en su vida. Y al instante fue libre de culpa y limpio de todo pecado. Y no sólo eso sino que fue comisionado por el Señor para cumplir con una gran tarea.

¿Estás dispuesto a adorar a Dios? Si tu respuesta es si, tus ojos verán al Rey, tu vida será transformada y cumplirás con el propósito por el cual fuiste creado al poder decir como Isaías: “Heme aquí, envíame a mi”.

Aplicación práctica:

  1. Dedicá un tiempo especial para adorar a Dios. Postrate delante de su trono reconociendo tu necesidad de El y entregale todo lo que le pertenece.
  2. Permitile al Señor tocar tu vida para limpiarte y transformarte.
  3. Respondé al llamado de Dios de cumplir con el propósito de tu vida.